Nopohneña


“Esta noche nadie me va a parar
este par de alas se va a estirar
si es que le tuviera miedo a vivir
no podría ni respirar.”



Cuando me enteré que habían agredido a un joven en Santiago por ser homosexual, me agarró algo adentro, me sentí horrible, necesité salir a pasear la rabia, a patear un par de piedras, era de noche y me sentí mal, estaba, por circunstancia, en Santiago, y sentía yo que el Mapocho corría y corría y era mi rabia que chorreaba, le tiré un par de piedras al río, pegué un par de gritos en el parque forestal y lloré en un par de bancas, me sentaba, me paraba, caminaba, y sentía la rabia corriendo por mis ojos y mi sudor, hacía un montón de calor esa noche que yo supe y me empecé a derretir de ira por dentro.
Porque no, nunca conocí a Daniel Zamudio, me hubiese gustado mucho la verdad, porque en todas las fotos salía muy bonito y el único video que logré ver de él se veía que era un poco afeminado, como yo mismo, de seguro bailamos la misma música en algún momento, de seguro nos emborrachamos con las mismas cosas en más de alguna ocasión, y claramente, en algún momento lloramos por algún hombre que nos dejó triste… Por todo eso y por algunas otras cosas yo no vi que le hubiesen pegado una swástica en el pecho a un desconocido, yo vi ese golpe de navaja en la cara de muchos de mis amigos y mis amigas, en todas las personas de Euforia de Género, en los hombres que he amado y las mujeres que me acompañan, yo vi una swástica marcada con sangre en mi historia porque sí, porque mi historia era esa historia, porque yo decidía sentirme libre y no esconderme nada, no mentir, no aparentar; por eso me dolió y sentí en mi mismo la sangre que había perdido Daniel Zamudio esa noche del 2 de Marzo en la noche de Santiago.

La parte más triste es que me dolió retroactivo, porque me dolió también el asesinato a golpes de puño en la calle de Mónica Briones en 1984, la muerte de más de 15 personas en la Discoteque Divine de Valparaíso en 1993, el asesinato con un culpable identificado que nunca pagó con cárcel de Amanda Jofré en el 2003, también la agresión brutal con un bate de beisbol que le deformó la vida a Sandy Iturra en el 2011 que tampoco tuvo nunca culpables, golpes que llegaban por decidir vivir una vida como mejor le parece a una persona, apartando el debate sobre si la homosexualidad, el lesbianismo o el ser una persona trans es algo que se nace o se hace, a final de cuentas, el factor común por el que atacaron a estas personas es el decidir vivir una vida sin mentiras para el resto y por sobre todo, sin mentiras consigo mismos.

Yo con toda esa rabia, viendo las fotos de Daniel, y escuchando los testimonios de su familia y sus cercanos me di cuenta de que había que parar de llorar, que la pena no servía de nada si no movía a las personas a cambiar las cosas, vi el video donde dice “Y yo que tonta” a un amigo con el que se tomaban una foto, y entendí que en realidad Daniel Zamudio era una persona que no tenía miedo de ser quién era, y eso es, a mi parecer, un acto de revolución cotidiana. Y pensando en dónde estamos, un continente que baila sus penas al son de la cumbia y el danzón, yo decidí hacerle una cumbia, y que esa cumbia se llamara “nopohneña”, uno de las frases hechas del mundo gay, diciéndole nopohneña a la homofobia, a la violencia, a las agresiones por ser diferentes. Por la memoria de todas las personas que deciden vivir sin culpas y que no les importa que digan que lo que hacen está mal.